Ouroboros, la serpiente que se muerde la cola |
Nueva edición de los poemas con excusa, que tienen esta vez como disparador a «Mis versos», de Salvadora Medina Onrubia (y a su lectura en Total interferencia, el imperdible programa radial de Pedro Rosemblat y Gabriela Borrelli). En dicho poema, la poeta y anarquista (y poeta anarquista) arregla sus cuentas con la poesía con métrica y rima. Podría pensarse que un tal programa está en total oposición con lo que hacemos aquí, pero no realmente: la oposición de la voz poética a la poesía «clásica» debe ser vista en su contexto histórico y artístico como parte de un combate contra el orden establecido. La lucha es contra una automatización de la forma. La voz poética dice «yo sé versificar pero elijo no hacerlo», y eso constituye una elección estética, además de política. Se trata de ensanchar la expresión literaria. En un contexto como el actual, en el que la versificación se aprende y se practica cada vez menos, combatir la poesía rimada no tendría nada de revulsivo. Bien por el contrario, es practicar pura y exclusivamente la poesía libre por simple desconocimiento de otras forma lo que resulta reductor.
Volviendo al poema de Medina Onrubia, su interés radica en que la voz poética no se limita a declamar su programa, sino que lo apoya a través de la escritura misma. Los juegos con el ritmo y la rima prueban la afirmación del enunciador de que si deja de lado las reglas de la versificación no es por desconocerlas, lo cual le da legitimidad a su posición. Por otro lado, como dijimos más arriba, el poema no puede, y no debe, tomarse como si hubiera sido escrito hoy, ya que declararle la guerra a la versificación carecería de todo poder de subversión. En cambio, lo que sí puede resultar inspirador y de total actualidad es el hecho de establecer un diálogo con tal o cual forma poética desde adentro de esa forma poética.
Sin más preámbulo, entonces, esta nueva edición de los poemas con excusa, dedicada a los metasonetos y las metadécimas, ya sea críticos y reivindicativos. Empezamos con unas décimas metadecimales (sí, sí, existe) de Federico Reggiani.
Décimas metadecimales (FR)Será por tener diez dedos
en el final de las manos
que nosotros los humanos
con el diez a los enredos
a los pedos
resolvemos y gastamos:
con el diez nos arreglamos.
Sean diez los indiecitos,
diez estos versos marchitos
que acabamos.
En Egipto hubo diez plagas
y un mandato decimal
nos distingue el bien del mal:
si tú las haces las pagas,
si no cuentas diez, la cagas.
¡Buenaventura del diez!
Como si el siete más tres
fuera más que el tres por cuatro
vaya curioso mandato
el de estos versos que ves.
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