José Ben-Kotel (en EEUU desde 1994 hasta 2014, luego en Israel) |
La primer solución es la del "aquí llegué yo". Muestro todo lo que sé hacer, me tuteo y arreglo mis cuentas con mis ilustres predecesores... Me zambullo en el mar de la poesía. Exploro sus formas hasta cansarme. O sin cansarme jamás: como decíamos a propósito de Pablo De Cuba Soria, esos rasgos (ímpetu, exuberancia) que suelen asociarse a la juventud son más que nunca un estilo, que le hace pito catalán al tiempo.
En la segunda solución el/la poeta se transforma a sí mismo en poetizador, en transformador de toda exeriencia -empírica o puramente mental- en poesía. El poeta como catalizador de su propia poesía, como instrumento de sí mismo. Dietario de Benito Del Pliego o los experimentos de Aníbal Cristobo pueden verse como claros ejemplos.
La tercera solución es la metapoética. Poesía que habla de poesía, poesía que se abraza sí misma y que tanto tiene del catch como como del lazo amoroso. La exploración de los límites (de las lenguas, del género) de Luis Correa-Díaz entra en este terreno.
José Ben Kotel plantea su IF (2013) decididamente desde la última solución, con los poemas espejados "Si esto es un poema" y "Si esto es un árbol", en los que la metáfora orgánica funciona como escenario de la pregunta metapoética. Ya en el Poema 93 de Firmamento y olas (2008), la voz poética se solazaba en un solipsismo feliz y explosivo -que recuerda a un Martín Adán-, en una celebración de la falta de límites de la creación literaria, asimilada a la Creación sin diferencia alguna).
En su libro aún inédito Los Fervorosos amores, del que han aparecido algunos poemas en línea, la voz poética se inclina en cambio por la segunda solución -la exploración de la tradición-, y juega a ser Catulo, estableciendo un diálogo con la obra del poeta latino. Misma solución en Acto de Fe de Luis de León, donde el poema toma la voz del poeta del título
El último libro de Ben-Kotel, Paradoxas (2016), recuerda El pretexto del sueño (2005) de Oscar Steimberg, por la decisión autoral de producir un texto híbrido, en el que el tono ensayístico se combina con lo narrativo y/o lo poético. En el caso puntual del libro de Ben-Kotel, la voz narradora juega a tomar un tono prescriptivo, didáctico, apostrofando a un lector modelo que cambia texto a texto, en un amplio espectro que va desde las sugerencias de lectura y los consejos al aprendiz de escritor hasta la parodia de los libros de desarrollo personal. El narrador/ voz poética salta alegre y jocosamente entre temas y posiciones, en un abanico que incluye tanto cuestiones teórico-críticas como la intertextualidad ("hay que cuidarse de su uso, para que no pase a ser un abuso, y no un huso", se lee en una aliteración juguetona) en "Un filón sin fin", como dos and don'ts filosófico-cotidianos en "No todo es espejismo en la vida" ("Tampoco se olvide la sorpresa cuando trabaje de cazador de sí mismo"). También aparecen de manera recurrente monstruos sagrados y especialmente Borge, conjurado bajo numerosos epítetos más o menos heroicos (El ciego de B. A., San B., Mr. B., Don Jorge Luis, El bibliotecario de Babel).
Toda literatura -aún la más abstracta, la más fantástica, la más hermética- parte del mundo, porque en él vive quien escribe. Pero nada hay tampoco más transformador que la mano de ese actor crucial: el mundo no es sólo palabra, por lo que todo realismo será en última instancia ilusorio. La poesía, la poesía contemporánea, se presenta como campo de esas pulsiones contrapuestas: reproduzco y creo, creo y reproduzco (juego de palabras intended), sin solución de continuidad. La poesía de José Ben-Kotel (como la de Steimberg, Adán, Correa-Díaz, Cristobo, Del Pliego y De Cuba Soria, y la de los autores que tratamos en este blog) es poesía cabalmente contemporánea
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