Muchos concursos de poesía no tienen otra restricción que la lengua, que por supuesto es identidad. Otros restringen la participación (es decir, delimitan la identidad) de los posibles participantes de diversas formas. Estos limites pueden ser la nacionalidad (sólo para poetas de un país o un conjunto de poesías), la edad, la pertenencia institucional (estudiantes de una institución dada), el lugar de residencia. Muchos de estos casos pueden generar, para quien queda afuera, una sensación de injusticia (para el residente extranjero de un país, para el expatriado, etc.). Los organizadores tendrán, en cada caso, mejores o peores razones para la imposición del límite. En el concurso de la imagen, la convocatoria se limita a personas afrodescendientes.
En cada concursos, los organizadores siempre tienen razones para la imposición del límite, que podrán convencer más o menos. En cada caso, se enfatiza un aspecto de la identidad de los poetas participantes, además de su lengua de expresión. En el concurso que nos ocupa, se trata de una identidad que muchas veces ha sido invisibilizada con mayor o menor o fuerza en tal o cual país de Latinoamérica (por ejemplo, sin duda, en Argentina). El concurso apunta entonces a dar luz a una identidad que no por haber estado silenciada es inexistente. Y por eso desde aquí lo celebramos.
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