domingo, 12 de diciembre de 2021

Roxana Páez: "Los poemas son instigadores del presente cuando nos encontramos sin futuro"

 

Roxana Páez, con Bernardo Schiavetta detrás
(Imagen: colección privada)

Y cuando pensaban que ya se habían salvado, vuelve la serie "Buena/ mala poesía, según les poetas" cual variante de Covid inesperada (con menos síntomas, digamos todo). Pero hay sorpresas buenas, y las respuestas de Roxana Páez son un ejemplo. En efecto, la poeta ensayista y traductora platense residente en París optó por responder oscilando entre la prosa y la poesía, con escansiones que modifican el ritmo, creando una experiencia de lectura doblemente placentera. Pero, como decimos siempre, no nos crean: lean.

***

- ¿Qué es un buen poema?

- Un buen poema es un acontecimiento.

- ¿Qué es un mal poema?

- Un artefacto banal, un ladrido de un perro en el barrio, indistinto. Un trabajo de años obsesivo con intención de obra total. Nacen de una pretensión y un querer decir, seguramente. O de “impresiones poéticas”, como decía el escritor Gabriel Bañez. El poema no se deja decir. Parece darse a luz con su poeta partera, que también es portera. Le abre la puerta para que sea.

- ¿Qué es un/a buen/a poeta?

- Seamos Vallejo. Seámoslo siempre. 

Eso dice un cartel que vi desde el ómnibus de la ruta que iba por el borde del mar de Lima a Caral. 

Un mensaje en el cielo. 

Vallejo es nuestra capital, el cruce cultural de nuestra patria castellana. 

Y ahí, cuando el poema ladra o ruge, como con el verdadero ladrido de un perro que todavía no viste en un pueblo desconocido, te aquerenciás. Y volvés atrás. Volvés a leerlo.

- ¿Cuándo te gusta un poema?

- Es impredecible mi comportamiento de lectora. Es impredecible el comportamiento del poema. Antes de que se establezca una doxa sobre poemas que pasaron las pruebas, no se puede saber cómo va a funcionar cada vez esa asociación de poema y “ejecutante”. Creo que las personas que leen poesía siempre son lectoras activas. Eso sí: 

hay una sorpresa. Muerdo el anzuelo. Quedo enganchada de algo concreto: el brillo, la curva de las palabras que nombran. Casi me duelen y me deslumbran. Y las vuelvo a leer. 

Ellas me suspenden de su propia continuación, levanto la vista 

pero es una mirada para dentro, la forma activa de leer.

- ¿Cuándo no te gusta un poema?

- Casi siempre. 

Difícil prestar atención en clase. 

Tiene que pasar algo. 

Que las palabras se encabriten 

por la llegada de los indios 

al pueblo. 

- Se supone que el debate sobre forma y contenido está saldado, que hay contenido de la forma y forma del contenido. ¿La poesía actual que leés refleja ese equilibrio?

- En lo que a mí respecta, no se me da la separación de cuerpo y alma. Sí, la mutación y las metamorfosis pre y post agenciamiento temporario de las partículas. 

- ¿Estás satisfecha con el lugar que ocupa la poesía en el espacio cultural/ literario?

- La poesía no ocupa lugar (salvo los libros en los estantes de quienes recibieron esos regalos). Y sin embargo me parece terrible cómo algunas instituciones en la zona donde vivo se fueron deshaciendo de las bibliotecas de poesía: la ex-Maison de la Poésie en París, hoy dedicada más que nada al espectáculo, la biblioteca de la desaparecida Biennale des Poètes de Val de Marne, la sección de poesía de la Médiathèque de esa misma región, los pocos estantes de poesía extranjera en el renovado espacio acordado al Centre International de Poésie de Marsella, que no cuenta con los metros cuadrados que necesitaría. Y eso que se trata de un país donde las bibliotecas dedicadas al género fueron una excepción europea.

Sin embargo

la poesía es más portátil que un pendrive,

siendo también memoria flash de almacenamiento,

o más bien de acontecimiento de la lengua vivida

como materna

desde la isla que se besa

con otras lenguas extrañas.

Siempre pensando en la pregunta, en asociación libre me vienen también versos de la cultura popular.

1. I can’t get no satisfaction. (Letra de Mike Jaegger nacido un 28 de julio, curiosamente como John Ashbery y Marcel Duchamp).

2. La poesía no se vende

porque

la poesía no se vende.

Poema de un físico poeta (como Nicanor Parra) que escribió en coautoría La trama no mecánica de los conceptos dinámicos.

El poema de Guillermo Boido ironiza sobre la frase hecha de los editores. Pero vamos a tratar de mantenernos al margen, no como poetas, sino como personas, de los estigmas del mundo de los neg-ocios. La poesía es justo lo contrario: ocio improductivo para éstos. Aunque para la mayoría de los poetas sea muy caro ese tiempo. Si quieren celeste que les cueste.

Ese “estigma” convertido en orgullo que parece decretar el fin de la poesía da risa. ¿Cuántos ejemplares de títulos interesantes de otros géneros se venden? ¿Y cuántos vende el título de una amante circunstancial de un presidente escrito por un fantasma?

Es increíble cómo la poesía sobrevive a todas las mercancías, lo que se produce, las iniciativas en época de pandemia, la cantidad de acciones generada por la Biblioteca Virtual en Argentina, las antologías en el mundo y cómo la consumen los novelistas y los artistas, además de la cantidad de lectores anónimos.

Decir “no se vende” como sinónimo de “no existe” es una falacia equivalente a decir que la composición contemporánea no tiene lugar o que la filosofía ya fue.

La poesía mantiene entre líneas una forma de utopía (no dicha) o post-utopía, en gran medida por la imposibilidad de volverse mercancía en una época en que todo, hasta la preferencia por un reloj viejo, es absorbida por el mercado. Esa práctica de sueños diurnos más allá del surrealismo, sin embargo opera en lo real, interviene con un lento casi secreto trabajo de zapa.

Los poemas son instigadores del presente, cuando nos encontramos como los punks, sin futuro, pero a potencia infinita.

- ¿Qué te gustaría que cambiase?

- No se ve por ahora el horizonte de nuestra saciedad de consumo (Roberto Santoro).

Más apoyo institucional, subsidios y subvenciones e incentivos a editores independientes serían muy importantes.

El riesgo es siempre la poesía institucional y los poetas oficiales que suelen copiar las premisas a los grupos económicos: apuntar a lo que sale.

La institución puede decir: este año hay que escribir sobre las catástrofes climáticas y aparecen las novelas y los poemas ecológicos. Suele suceder.

Pero no se trata tampoco de arrogarse la marginalidad como una forma de arrogancia.

La poesía ya está cambiando la infraestructura con su hormigueo sin necesidad de congraciarse... Se resiste a la existencia ofrecida como consumo por una visión unidimensional y utilitaria. Y aunque cada poeta sienta insatisfacción como un gaje del oficio, la poesía promueve por su sola práctica el beneficio y la utilidad de lo que resulta inútil para el negocio con cerebros disponibles de consumidores sumisos, esclavos deseosos de un “lujo” de chucherías más o menos grotescas.

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