lunes, 24 de mayo de 2021

Daniel Freidemberg : "No puedo definir un buen poema: un poema o funciona o no"

Daniel Freidemberg 
(foto: Pascual Borzelli)

Esta vez es Daniel Freidemberg quien nos ofrece sus respuestas al cuestionario "Buena/mala poesía, según les poetas". En ellas nos regala toda una serie de definiciones, en las que destaca la del poema como sistema autárquico que sólo puede evaluarse o juzgarse en términos de funcionamiento.

También resalta la insistencia en la necesidad de considerarlo como un todo, sin extraer un eventual sentido o "mensaje" supuestamente independiente de los aspectos formales. Y se sorprende, no sin alegría, de la tozudez de la poesía como práctica en un contexto que poco la alienta.

Pero nada de holgazanear leyendo resúmenes: ¡vaya al texto!

***

- ¿Qué es un buen poema?

- Renuncié a contestar esa pregunta hace mucho, porque de las respuestas que fui encontrando o se me ocurrieron, muchas de ellas buenísimas, todas fallaron. Ninguna hubo que en algún momento no quedó desmentida por la realidad de la poesía, que siempre se las arregla para probar nuevos modos de ser. En todo caso, no es por atenerse a tal o cual fórmula que un poema funciona o no. Y esa es, para mí, la cuestión: funciona o no funciona. Si al leer un texto etiquetado como “poema” a uno “le pasa algo”, se le remueve algo a uno, se le prende una lucecita, quiere decir que funciona, y más si llega a ser una experiencia reveladora. Como la experiencia de lectura es siempre personal, íntima, intransferible, no hay garantía de que lo mismo le vaya a ocurrir a todos los lectores, pero algunos textos tienen más capacidad de remover, suscitar o iluminar que otros, y de afectar, por eso, a más personas.

- ¿Qué es un mal poema?

- Como dice Eduardo Espina, un poema no puede ser previsible. Puede ser liviano, divertido, superficial: lo que no puede es ser anodino. No puede ser mediocre, chapucero, diga lo que diga y no importa por medio de cuál técnica o respondiendo a cuál poética. 

- ¿Qué es un/a buen/a poeta?

- El que produce buenos poemas. No en el sentido de alguien que, por pertenecer a esa categoría, “poeta”, produce buenos poemas, sino a la inversa. “Es el poema el que produce al poeta”, decía Raúl Gustavo Aguirre.

"Veo extenderse una confianza ingenua, o indolente, o provocativa, en lo que el poema 'dice' (o, peor, lo que 'el poeta' dice), sin dar importancia al decir, al cómo se dice”.

- ¿Cuándo te gusta un poema?

- Cuando está vivo, cuando palpita, respira, cuando las palabras y las frases tienen presencia por sí mismas, no solamente por “lo que dicen”, y a veces sin que importe “lo que dicen”. Como tienen presencia los sonidos cuando uno disfruta de la música. Cuando me lleva a poner en marcha zonas de mi subjetividad que en la vida diaria no ejercito, como si las despertara de un letargo. Y me permite entonces ser por un rato más sensible, más imaginativo y/o más inteligente de lo que suelo ser, me pone ante otras posibilidades de relación con el mundo.

- ¿Cuándo no te gusta un poema?

- Cuando me da lo mismo leerlo que no leerlo. ¿Para qué escribe esa persona, o qué supone que es hacer poesía? Si vas a escribir poesía, tenés que hacerlo lo mejor posible, no podés conformarte con cualquier cosa. Tiene que haber algún dominio de técnicas de escritura, alguna creatividad, algún tipo de reflexión sobre el valor de la palabra, algún tipo de inquietud tiene que estar puesta en juego, aunque sea para tomarla en broma. No puedo aceptar la facilidad con que el virus de la desidia está contagiando a la gente que escribe, en Argentina y no sólo en Argentina, bajo la coartada de “democratizar la poesía”. Todo el mundo tiene derecho a escribir, por supuesto, todo el mundo tiene derecho a leer lo que se le ocurra y a que le guste o no eso que lee, sin tener por qué dar explicaciones, pero no vengan a decirme que todo vale por igual. Todo el mundo tiene derecho a jugar al fútbol, pero entre ver jugar a Messi y verme jugar a mí hay una diferencia, ¿no?

"Buena o mala, 'poesía' era siempre un trabajo de elaboración formal. Ya no, o ya cada vez menos. Y la crítica, los lectores, las revistas y blogs, lo aceptan, no ven ahí nada que les incomode: eso es lo peor".

- Se supone que el debate sobre forma y contenido está saldado, que hay contenido de la forma y forma del contenido. ¿La poesía actual que leés refleja ese equilibrio?

- No, no lo refleja. Es un poco lo que dije en la respuesta anterior. Hoy, por lo que veo, el debate dejó de estar saldado, y lo peor es que ni siquiera hay debate. A ese equilibrio, que en un momento se dio, lo estoy viendo deshacerse, como si nunca hubiera existido. Veo extenderse una confianza ingenua, o indolente, o provocativa, en “lo que el poema dice” (o, peor, “lo que el poeta dice”), sin dar importancia al “decir”, al “cómo se dice”, o directamente ignorándolo. El lenguaje como mero canal de comunicación, sin peso, sin gracia. Cuando, hasta hace no mucho, hablábamos de “mala poesía”, nos referíamos a los que pretenden impresionar con piruetas de lenguaje, con truquitos retóricos, con novedades sorprendentes. Pero ahí había, al menos, un reconocimiento de que hacer poesía es producir, con la materia del lenguaje, objetos de arte, si es que “arte” es dar a un objeto un plus de significación por medio de la organización de sus materiales. ¿Qué plus de significación producen esas chicas y esos chicos que se conforman con contar lo que les ocurre o les ocurrió o les gustaría que le ocurra, que expresan sus sentimientos o sensaciones para que el lector, esté enterado, como en un diario personal o en el mail a una persona amiga? Buena o mala, “poesía” era siempre un trabajo de elaboración formal. Ya no, o ya cada vez menos. Y la crítica, los lectores, las revistas y blogs, lo aceptan, no ven ahí nada que les incomode: eso es lo peor.

"En el orden socio-económico-cultural en el que estamos viviendo, la poesía es un despropósito, un fósil cultural que subsiste a fuerza de pura insistencia, como respondiendo a una necesidad que nunca se puede sofocar del todo". 

 - ¿Estás satisfecho/a con el lugar que ocupa la poesía en el espacio cultural/ literario?

- No sé qué lugar ocupa, porque no sé cómo es ni cómo funciona ahora “el espacio cultural/ literario”. Ni siquiera sé si todavía existe. Creo que se está dando una desarticulación de espacios más o menos autónomos, con algún tipo de funcionamiento interno y rasgos propios, lo que no me parece que esté del todo mal si pienso en el “campo literario” o el “campo cultural”.  Lo que sí sé es que, en el orden socio-económico-cultural en el que estamos viviendo, la poesía es algo así como un despropósito, una suerte de fósil cultural que subsiste a fuerza de pura insistencia, como respondiendo a una necesidad que nunca se puede sofocar del todo. Para la experiencia de la poesía, o de lo que me gusta llamar “poesía”, hace falta disponer de tiempo, capacidad de atención, de entrega a lo desconocido: ¿qué lugar hay para eso en un vivir a la medida de las leyes del mercado? Pero eso pasa, aclaré, con “lo que me gusta llamar poesía”, porque, pensándolo objetivamente, la poesía sí tiene un lugar preponderante en la sociedad y en las vidas de todos. Es lo que dice Ezequiel Zaidenwerg, y tiene razón, porque tiene razón cuando incluye en la poesía a las letras de las canciones populares, al hip hop, a los grafitis, a los cánticos políticos y hasta, no sin considerarla una perversión de la poesía, a la publicidad. Objetivamente, si uno se limpia de preconceptos, eso es poesía, en tanto hay un uso gozoso de las palabras, una cierta presencia protagónica de las palabras. Más que “decir algo”, en el hip hop, o el grafiti o el slogan político, la palabra “hace algo”, “actúa”. Y eso es poesía, sí, no soy tan elitista como para negarlo, pero, en lo personal, le pido a la poesía “algo más”, y no veo motivos para renunciar a ese rumbo, que es el que encontré en Vallejo, Rimbaud, Gelman, Quevedo, o Denise Levertov o Charles Bernstein. Y hasta Nicanor Parra, cuando Parra se permite hacer lo que tan bien sabe hacer. 

    Lo que busco cuando voy a la poesía, o a la música o a ver una película –cuando no voy sólo para distraerme o informarme–, es un acontecimiento. Puede ser un pequeño acontecimiento, o en todo caso algo de acontecimiento tiene que haber en la experiencia de lectura, aunque sea como inminencia, pero pido “acontecimiento”: algo que, como dice Deleuze, se produce por contraste con un ruido de fondo. Una experiencia no banal, una experiencia de extrañeza, religiosa en cierto modo, pensando en el mejor costado de la religión --que tiene también costados odiosos--, el que nos permite salir de las limitaciones y las seguridades del yo, abrirnos a lo desconocido. 

- ¿Qué te gustaría que cambiase?

- Cualquier cambio que puedo pensarle a esa situación requiere que cambie todo el orden socio-económico-cultural en que vivimos, así que, hasta que eso ocurra, si es que alguna vez ocurre, prefiero ir escribiendo lo mejor que pueda y contribuyendo a que la experiencia de lo poético sea posible para más personas, entre otras formas de resistencia a la domesticación y demás mecanismos de despojo e injusticia que nos impone el vivir en un mundo utilitario, competitivo e insensible a todo lo que no sirva para acumular ganancia, monetaria o simbólica.

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