Porque en Benedetti no hay forma: Benedetti hace una poesía del sentimiento puro, del "digo lo que siento" (algo que claramente tuvo y tiene un público inmenso, y algo que -afortunadamente, digo yo, que detesto su poesía- puede hacerse una sola vez). Bernardo Schiavetta (Córdoba, 1948; en Francia desde 1971), 30 años más joven, es todo lo contrario. ¿Porque no escribe lo que siente? No: porque tiene en claro que eso no tiene la menor importancia, o a lo sumo como materia prima. Porque sabe que, antes que una forma de expresión, la poesía es una disciplina artística, y como tal tiene escuelas, tradiciones y, sobre todo, formas. Formas que la hacen, que la definen. Y sabe, como Kant, que la única manera de ser libre es elegir su propia cárcel. Y elige la cárcel infinita de las tradiciones literarias. La cárcel gigantesca de la poesía barroca. Hace de cada poema un solitario proteico, que se renueva en cada reescritura. Hace poemas del "como si", teniendo claro que elegir las reglas del juego es la máxima libertad, y no pretender que el juego no existe. Y se dice "éste lo escribo con versos espejados". Y ese otro lo hace con tal forma barroca; ¿importa que nadie la recuerde? No: importa que se nota que la forma está ahí.
Schiavetta destruye en cada poema esa idea insoportable de que escribir es "sacar lo que tenés adentro". Y no: eso es vomitar. Vomitá si querés, pero si buscás escribir (poesía) dale forma a ese vómito. Lo demás ni siquiera es literatura.
4 comentarios:
Lo que pasa es que hay gente a la que le gusta leer lo que sería capaz de escribir por sí misma.
Jaaaaa. Cierto. Y eso no pasa con la pintura, el cine, la narrativa.
Es como una nueva teoría de la mímesis. Mucho tiempo atrás, el arte intentaba reproducir e imitar a la naturaleza. Ahora, los consumidores de arte consumen lo que puede ser imitable sin mucho esfuerzo. El lector o observador busca en el arte una mímesis de lo que piensa o busca. Es como cuando uno sale de su habitación y espera que una madre, esposa, o novia (o alguien con el cerebro menos dañado que uno) le recuerde donde dejó las llaves
¡Apocalíptico!
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