La escritura es una actividad solitaria, se dice. Es verdad, y es mentira. Es verdad en sentido estricto: se escribe solo, salvo excepciones (producciones a cuatro manos: Boileau-Narcejac, Bustos Domeq). Y es falso, porque nadie escribe sin leer, y la lectura es comunicación (unidireccional en principio, pero comunicación al fin). Y al escribir se usa (más o menos explícitamente) aquello que se leyó.
Por otro lado, quien escribe (no todos queremos ser Kafka, rey de lo póstumo) lo hace para que lo lean, y quien quiera que lo lean, lee. Todo escritor o aspirante está en contacto con sus pares o con quienes desea que lo sean, pero esto toma distintas formas según el lugar donde uno vive. En un gran centro urbano será más fácil encontrar sensibilidades y poéticas afines (lectores, otros escritores y editores) que en aglomeraciones más pequeñas. De todas formas, en ambos casos el poeta o narrador no tiene en duda con respecto al espacio de producción y circulación literaria al que pertenece: el del país en el que vive y punto (y el de la lengua castellana en última instancia, obviamente).
La situación de quien escribe en un país donde se habla otra lengua que la suya es distinta. En primer lugar, el colectivo de personas en una situación similar será forzosamente muy reducido, limitando así las posibilidades de afinidades estéticas. Además, su pertenencia a un ámbito de producción será más difusa: ¿el de el país que dejó? ¿el del polo cultural hispanohablante más cercano (España, por caso)? Por otra parte, cuanto más reconocido sea un autor (y, por ende, cuanto más instalado esté en un espacio cultural nacional determinado) menos importante será su carácter de expatriado, que pasará más y más a ser un detalle para la recepción y la crítica. ¿Eso hace que ese dato deje de tener importancia? Jamás de los jamases.
Nadie es igual en todas partes. El temblor de la falsificación, de Patricia Highsmith, trata justamente de cómo la identidad cambia de acuerdo al contexto, de cómo el valor de todas las cosas (y hasta de la vida) varía de un lugar a otro, afectando nuestra manera de actuar (y somos lo que hacemos). Por ende, Fulano escribiendo en Malasaña, Los Antiguos o el Barrio Norte de Montevideo no será igual que ese mismo Fulano haciendo lo propio en Locarno, Singapur o Sitka, Montréal, Sydney o Stuttgart. Fulano en un lado no es igual a Fulano en otro. Ni como escritor, ni como persona, ni como nada. Porque, afortunadamente, la identidad (si existe, los budistas e hindúes no estarán de acuerdo) es algo dinámico. El contexto, y sobre todos quienes nos rodean, nos cambian. Quien se muda a otra cultura tiene la suerte ( si lo vive bien) de percibirlo.
7 comentarios:
Excelente! y qué pasa con la lengua en si misma? Como se la conserva? Yo vivo en dos lenguas y siento que no tengo lengua materna. Me encantaria un post sobre eso, sobre la lengua, porque eso es lo primero que cambia y lo ultimo que uno quiere que cambie!
¡Gracias! Es muy interesante, lo voy a tener en cuenta.
Oia, le hice un extenso, sesudo, genial e irrefutable comentario y se ha borrado. Habrá que apechugar con este pedorro reflejo de aquél perdido en el ciberespacio.
Camino a Sudakia me quedé pensado en un cacho del título de su entrada (uno mira sténciles en vez de culos ahora que es primavera)... Problemitas. Me quedé con el título, le decía.
Recordé un pasaje de Vigilar y Castigar de Foucault, en el que hace notar que en las lenguas latinas, a diferencia del inglés, ser y estar tienen dos palabras diferentes para designarlas (a diferencia del to be del inglés)
A veces las lenguas reflejan la idiosincrasia de los hablantes (habría que inventar una palabra que reúna ser y tener, que en el capitalismo está siendo mas o menos lo mismo).
Me fui. Volvamos.
Schoklender preso les gritaba a los guardias cundo le pegaban por estudiar: "yo no soy un preso, estoy preso, pero me voy a ir de acá algún día y vos no te irás nunca más, vos sos un preso".
Ser y estar. Lo parió.
Y seguí pensando camino a Sudakia:
La situación del expatriado: uno extraña, pero al regresar, mucho de lo que extraña ya no existe más. Jodido el exilio del tiempo.
Abrazo
Hola, Sudaka, que gusto tenerlo con blog de nuevo (vayan a ver Sudakia).
Leí hace mucho el libro de Foucault (y en castellano), así que no recuerdo esa parte. Pero me llama la atención que diga eso, ya que el francés no tienes esa diferencia (sólo "être"). Se suele decir que es la menos latina de las lenguas latinas, y mencionar las cosas que conserva de culturas anteriores (rastros del sistema numérico vigesimal, herencia celta). Foucalt debería haber dicho eso, tal vez :).
Con respecto a extrañar y todo eso: depende mucho de cómo se fue uno, si se sintió o estaba obligado, y si se fue con gusto o no. Y si uno piensa que todo tiempo pasado fue mejor. No hay nada mejor que tener una mala imagen de la propia niñez/ adolescencia/ primera juventud para envejecer bien, je.
Gran abrazo.
Veo que citar de memoria se me ha vuelto peligroso. Yo también lo leí hace mucho. Se refería al español.
Buscaré la cita, un día de estos, si recuerdo que debía buscarla :)
Lo de extrañar era auto-referencial. Cuando me fui del pueblo extrañaba. Pero desde hace años, encuentro poco y nada de lo añorado.
Otro peligro es proyectar en los demás las propias taras.
Abrazo, comandante cansado de teclado excéntrico
Muy de agradecer esa costumbre -¿borgeana?- de no cerrar una definición sin reconocer el borde semiabierto que va quedando. Siente que se salva, uno, si la escritura es / no es una actividad solitaria.
OS
Gracias, OS. Sí, dejemos las certezas para los momentos de cerrazón, para la muerte y para Aldo Rico :) .
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