En el presente posteo vamos a proponer una cuestión: ¿Se puede reescribir un poema solamente cambiando el orden de los versos? Este planteamiento es lúdico, es eficaz y nos permite establecer cuales son los límites mismos de la autoría. Esta propuesta apunta a una recepción del texto desde la perspectiva del lector-creador, la democratización del hecho literario y la desacralización del texto clásico a la vez que afirma su uso y vigencia. Todo esto es muy oulipiano en sus presupuestos y sin duda ofrece un amplísimo campo de experimentación y de reflexión del cual no hemos querido quedarnos fuera.
Hoy participan en las aportaciones por orden de aparición Oscar Steimberg y quien les escribe y los textos modificados son, respectivamente, el soneto de Quevedo amor constante más allá de la muerte y quiero una casa edificar, de Valle-Inclán
Empecemos con el de Steimberg: La elección de un texto de este estilo parece una elección en absoluto arbitraria si se tiene en cuenta que figuras tan recurrentes en el poema como el hipérbaton permiten el intercambio de versos y que se mantenga el estilo barroco de su original. No solo se han intercambiado versos, hacia el final del poema, se reescriben algunos de ellos para alcanzar la reconfiguración del sentido que nos lleva a un contenido nuevo. Formalmente hemos pasado de un soneto clásico en su forma, a una de las variantes en las cuales los tercetos se intercalan con los cuartetos. El contenido es sin duda la modificación más interesante ya que partiendo de una temática idealista amorosa del original "polvo enamorado" parece trasladar el sentido transvitalista del poema al plano metaliterario "un verso ausente seguirá en espera".
Cerrar podrá mis ojos la postrera
alma a quien todo un Dios prisión ha sido:
medulas que han gloriosamente ardido
perderán el respeto a ley severa,
y no desotra parte en la ribera
nadar sabrá mi llama la agua fría;
Sombra que me llevare el blanco día
-hora a su afán ansioso lisonjera-
perderá la memoria en donde ardía:
no podrá desatar esa alma mía
las lisonjas y afanes que supiera;
buscará inútilmente en su costado
las lisonjillas de un mirar cuidado;
un verso ausente seguirá en espera.
En la siguiente aportación, se ha seguido un modo de mezclar los versos en el cual todo verso impar queda en su posición normal, mientras que los versos pares son intercambiados: el último con el primero, el segundo con el penúltimo y el tercero con el antepenúltimo, etc. Léxicamente, se ha cambiado la palabra "casa" por la palabra "nada" y los campos léxicos relacionados con la piedra se han cambiado por otros relacionados con el aire. Este crea un giro en los conceptos que transforma de manera sistemática el sentido del texto, y subvierte el carácter estable y solido del hogar por el desprendimiento del vacío, sin que por ello cambie en gran manera la expresión del original. Este ha sido el resultado:
Quiero una nada edificar
mi nada, Karma de mi clan,
quiero en aire mi alma dejar
sobre el viento de Valle-Inclán.
Quiero soplar mi eremitorio
murada en alas de Barbanza,
latín horaciano y grimorio
de templanza.
Quiero mi honesta varonía
con una solana al oriente,
renovar en la vara mía
devotamente
Mi nada como una pirámide
ha de ser humo funerario,
el tumor que mueve mi clámide
es de Terciario.
Quiero hacer mi nada aldeana
transmitir al hijo y al nieto,
y meditar en la solana
el respeto
Quiero hacer una nada estoica
en medio de un cénit latino,
la Nada de Séneca, heroica
bizantino.
Y sean sopladas sus alas
como el sentido de mi vida
y las decore un día Palas
erigida
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