Otra versión de Ouroboros |
Continuamos con esta octava edición de los poemas con excusa, dedicada a poemas con métrica y rima que reflexionan sobre la forma que practican (específicamente, soneto o décima). En esta entrega, un elegante metasoneto de Oscar Steimberg, quien nos construye un flor de pedigree estableciendo el celebérrimo «Un soneto me manda a hacer Violante» de Lope de Vega como ilustre ancestro de una familia de poemas metanuméricos/ metaformales. Las décimas de nuestro colega Reggianni en el posteo anterior (así como el propio soneto) entran entonces en esa serie.
La inclusión de la rima asonante en la primera estrofa de tres versos se hace por medio de una captatio benevolentia con mucho gracejo, para terminar con un último terceto en el que, como en el soneto de Lope, el cumplimiento de las reglas formales de la forma poética elegida es condición suficiente para la producción literaria. Tomando una posición que probablemente Kant no desaprobaría, la elección de los propios límites (o de la propia cárcel) aparece como la única libertad realmente posible. Y ahora, sin más, el soneto.
La inclusión de la rima asonante en la primera estrofa de tres versos se hace por medio de una captatio benevolentia con mucho gracejo, para terminar con un último terceto en el que, como en el soneto de Lope, el cumplimiento de las reglas formales de la forma poética elegida es condición suficiente para la producción literaria. Tomando una posición que probablemente Kant no desaprobaría, la elección de los propios límites (o de la propia cárcel) aparece como la única libertad realmente posible. Y ahora, sin más, el soneto.
Soneto (calmamente) reivindicativo (O. S.)
Si Lope se vengaba del terceto
y Fede se divierte con el diez,
no fue para vengarse de la prez
buscada por algunos en el reto
de esa improvisación desde el soneto
con que ensayamos desde la niñez
lucir como poetas, cada vez
que aceptamos formar parte del dueto,
que aquí se arriesga a no encontrar el tres
para la la rima del primer terceto.
¿Quedará el retornar? ¿La impavidez?
Pues no: solo las señas de un cortés
aceptar otra vez el mismo reto.
Quedará el caminar. Y el entremés.
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