jueves, 30 de diciembre de 2021

Poemas con excusa: Zéjeles de Oriente

 En nuestro quijotesco y anacrónico proyecto de recuperación de formas en desuso estamos de enhorabuena, tenemos nuevas aportaciones, buenas y cuantiosas, además de una nueva hornada de participantes que seguramente nos den buenas y gratas sorpresas.

La forma propuesta ha sido el zéjel del cual ya hicimos una entrada explicándolo, mientras que el tema o consigna ha sido: que los poemas contuvieran la palabra oriente, o bien que fueran en sí, textos orientalistas.


Empezaremos con el ejemplo de un servidor, Raúl Lozano. Está construido según el esquema propio del género, distribuido en tres estrofas narra el viaje del sol desde oriente en su amanecer, pasando por el mediodía en la segunda estrofa hasta el ocaso en la tercera. Por el contenido y la vuelta a la mudanza antes de cerrar el poema se sobreentiende que es un poema cíclico y se podría volver al primer verso para seguir leyéndolo (cada estrella representa /que un reloj de arena cuenta / el retorno de lo ausente) Formalmente se trata de un poema correcto, pero sin grandes efectos o variaciones respecto al originar, no obstante, ha cumplido su labor de ejemplificar lo que es un zéjel clásico.

Hacia oriente

Giro vida, mente y frente

Donde el sol nace y adora

Con su cara soñadora

Luz a luz en hora y hora

Como yema floreciente.

 

Hacia oriente

Giro vida, mente y frente

Cuando el fuego le rocía

Bajo el seco mediodía

Como látigo que guía

Al igual y al diferente.

 

Hacia oriente

Giro vida, mente y frente

En la noche parda y lenta

Cada estrella representa

Que un reloj de arena cuenta

El retorno de lo ausente.

 

Hacia oriente

Giro vida, mente y frente

Esta es la aportación de Víctor Atikof. Ha explorado una faceta más corta dentro del zéjel como composición, algo que sin duda le da mucha más ligereza y es muy necesario para darle vida y variedad a esta forma. El tetrasílabo inicial se convierte en bisílabo y los octosílabos se vuelven hexasílabos. Este tipo de alteraciones siempre quedan bien, de manera análoga a lo que ocurre con el romance y el romancillo, como forma más ligera de un mismo proceso que conserva la esencia de su hermana mayor.

Pero lo más interesante sin duda es la alternancia entre versos de seis y cinco sílabas para las partes que corresponderían a la mudanza. Esto hace que el ritmo sea más ligero y flexible. Coquetea con el verso libre, pero al leerlo se hace evidente que en ningún momento ha dejado de ser un zéjel.

Y en cuanto a la consigna, el poema trata un tema orientalista como lo es la imagen de Buda con referencias al Arbol de Bodhi (al árbol medita), a la deidad tentadora según el budismo (Mara), y por último a su ascensión y experiencia de iluminación (visión desnuda)

Buda

ante la duda

Al árbol medita

Mara lo incita

respira y evita

la tentación muda


Buda

ante la duda

Su luz le levita

Y vence bendita

Ya nada le quita

visión desnuda


Buda

ante la duda

El siguiente poema es una aportación de Marco Antonio. Formalmente es una zéjel clásico formulado a la perfección según el conocido modelo de Lope de Vega que pusimos como ejemplo. Esta fórmula está enriquecida con recursos literarios diseminados por el poema: vemos algunos casos de homonimia muy interesantes (oriente como verbo en presente de tercera persona del verbo orientar y oriente como punto cardinal) Tenemos por ejemplo una epanadiplosis que además puede leerse de forma capicúa (Tales son porque son tales). Se incluye un refrán que, para sorpresa de todos, cuadra perfectamente con la forma métrica seguida (No hay mal que por bien no venga) y con el sentido mismo del texto. Las antítesis son casi constantes como oposición de términos que resulta de los puntos cardinales y la contrariación de la condición humana. Lo más interesante de este poema es sin duda el mensaje que transmite: las oposiciones espaciales del mundo físico y geográfico son una representación de las contrariedades del sujeto, pero ambas deben aceptarse como parte de un proceso si se quiere reconocer y aceptar la naturaleza interna y externa que nos conforma y conforma al mundo. Cabe comentar que, curiosamente no cierra con una vuelta al estribillo.

Sur, y oriente, 

y septentrión, y occidente... 


Tales son, porque son tales, 

cuatro puntos cardinales, 

los que ubican nuestros males 

de costado, espalda y frente. 


Sur, y oriente, 

y septentrión, y occidente... 


Mas, según quién lo perciba, 

y según se oriente y viva, 

se torna la expectativa, 

de un ángulo, diferente. 


Sur, y oriente, 

y septentrión, y occidente... 


Y así, como si un resorte, 

parece que se comporte 

el sur como lo hace el norte 

y oriente como occidente. 


Sur, y oriente, 

y septentrión, y occidente... 


Y de la misma manera, 

los males que concibiera, 

al invertirse, los viera, 

como bienes de repente. 


Sur, y oriente, 

y septentrión, y occidente... 


De la diatriba a la arenga, 

no hay mal que por bien no venga 

ni vertiente que no tenga 

un sentido divergente. 


Sur u oriente, 

ya según cómo se oriente... 


Al margen de todo mal, 

todo bien es, al final, 

como un punto cardinal, 

como un punto inconcluyente...

La siguiente aportación es cortesía de Gines Solaeche. Lo más característico es que en el estribillo se altera el tipo de verso, es decir, el tetrasílabo es siempre el mismo mientras que el octosílabo va cambiando a partir de la tercera estrofa. Este recurso seguramente se ha utilizado para darle más variedad al poema y hacerlo menos repetitivo Este poema utiliza una vez más en modelo de Lope de Vega, siempre con consonancias. Lo más reseñable es cómo ha mantenido la intensidad textual a lo largo de tantos versos creando hermosas imágenes donde se relaciona el amor carnal como impulso vital con el sol naciente (oriente), que es además el que trae, tanto las lluvias como el sol en la costa mediterránea española. Este mecanismo de la erotización del sol se va desvelando hacia el final del poema (aunque pronto alces tu cante / por el rincón del levante /con tu aureo más pujante). El poema cierra con un verso decasílabo que encaja perfectamente en el cierre como variación de la forma parisílaba.

Desde oriente 

se oye la danza estridente


que en tu boca brilla inmensa

y el aire en tu voz se tensa

cuando se expande y condensa

en mi corazón caliente.


Desde oriente 

se oye la danza estridente


como música en la arena

melodía de azucena

que gira en el cielo y suena

al caer sobre mi frente.


Desde oriente

hasta el mar en occidente


un arrollo de oro lleva

el silvo de alma longeva 

que de tus labios se eleva

y en tus labios es corriente.


Desde oriente

nace sin luna el torrente


como flor de primavera

riachuelo hecho de quimera

y que anega al que bebiera 

con su cuerpo transparente.


Desde oriente

hay una brisa que es relente


un viento que cuando vuela

roza a la alondra que anhela

— sobre las nubes de tela — 

probar tu luz más ardiente.


Desde oriente

para morir en poniente


aunque pronto alces tu cante

por el rincón del levante

con tu áureo más pujante

y tu vientre incandescente.


Desde oriente 

hasta los confines de occidente.

Cerramos esta sección con la aportación de Aragón Mafra. En este caso se trata de un zéjel de rima asonante. El uso de este tipo de rima ha dado lugar dentro del poema a un espacio más amplio y libre para la elaboración de imágenes complejas y bellas. El estribillo, sin ir más lejos, resulta intenso y contundente (La raigambre/por los ecos de mi sangre). Resulta remarcable cómo el tema del orientalismo supone el origen en oriente mismo, España como punto medio donde esta forma es adaptada desde el mundo árabe, y América donde la mezcla cultural termina de forjarse a través del autor que crea el poema.  En este sentido el contenido es metapoético, en tanto que el tema tratado es a su vez la historia del propio zéjel, algo que, sin duda es un valor añadido.

La raigambre

por los ecos de mi sangre,

desde los viejos veneros

cruza mares y desiertos;

ha inundado mis esteros

y coloreado mi hambre.


La raigambre

por los ecos de mi sangre,

desde el ud, su melodía,

la guitarra y su armonía

con jaranas componía

de mis sones el enjambre.


La raigambre

por los ecos de mi sangre,

desde el Asia ha germinado,

en el África ritmado

y en España ha elevado

para América su cante.


La raigambre

por los ecos de mi sangre,

las conquistas son la sombra

de una luz que nos arroba,

pues escritos en la obra,

somos en la misma clave.

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