lunes, 13 de febrero de 2023

Poemas con excusa: Versos térmicos

En la entrada de hoy la cosa va de temperatura. El viento y las lluvias azotan la Península Ibérica en el centro mismo del invierno y aunque el calentamiento global impide que nos congelemos del todo, el frío hace mella en los jóvenes escritores que, a penas pueden articular sus rígidas falanges para teclear versos.
Pero aunque el precio de la electricidad y el gas nos impida aclimatar nuestros hogares, somos calientes de corazón y una buena composición basta para hacer más llevadero este invierno.  (Aprovechamos para mandar un saludo a nuestros homólogos del Hemisferio Sur y les deseamos un verano austral suave y reconfortante)




Participan hoy por orden de aportación: Victor Atikof, Mora d'Esbarzer, Un servidor y Ginés Solaeche:

El texto de Víctor es un canto al sol, pero en lugar de hacerlo desde el tono elevado de la oda como ha sido más común en la tradición occidental, lo hace desde el intimismo que supone la nostalgia de las sensaciones del verano. Empieza con versos quebrados (un ritmo más tímido y cambiante) y acaba con hexasílabos para dilatar un poco más el mensaje en el ideal del sol antes del cierre.

Añoro
los rayos de oro...
Quisiera
la enorme candela
que cuelga del cielo
Anhelo
el velo radiante
la llama viviente
un Sol deslumbrante
Que diera
consuelo a mi frío
color a mis manos
un tacto de estío
la flor del Dorado
rubores del vino
feliz cumpleaños
tumbar junto al río
y sueños bien cálidos


En el caso de Mora se trata de un texto bastante más metafórico. El tono, los conceptos y el tratamiento tienen reminiscencias de la poesía mística y la poesía de amor divino por juntar lo sentimental y el símbolo del fuego y el sol en su sentido más platónico.
Formalmente llama mucho la atención, no solo que rompa la tercera pared y se dirija al lector, sino que lo haga en plural: Decidme [...] Decidme [...] Pues se trata de un recurso muy antiguo y muy poco utilizado a día de hoy, que sería interesante recuperar para salir del tono confesional que impera en la poesía desde los últimos 50 años.

Sol de invierno

Si la razón apagó el sentimiento
Frío y oscuro mi fuero interno
¿Con que luz lo prendo 
si no es con la luz de otro ser,
Que me guíe hasta salirme al encuentro
Y volver la mía a encender?

Decidme, ¿Que culpa tengo
Si en sus ojos me decido perder
Buscando un fueguito lento
Que de mi alma funda los témpanos
y que las aguas de mis adentros
haga de nuevo correr?

Decidme, ¿no serán peores ciegos
Los que sus sombras y hielos 
No están dispuestos a ver?

El siguiente texto habla del escalofrío como la unión del frío y el calor en una única experiencia sensitiva, algo contradictorio y casi sinestésico, que, no obstante podemos percibir. Para enfatizar más en la diferencia entre el sentido frío y el cálido se han utilizados lipogramas, de forma que el calor se describe con las vocales O y A y el frío con las vocales O e I. 

El escalofrío

Ardo como colmado con yodo
Soy olmo con bondad y sol blanco
Pájaro con alas manchadas con lodo
Árbol doloroso dando llanto

Oigo gritos, tintos ríos
Sonrío y tirito todo
Vibro invicto y vivo frío
Inspiro hollín y río solo

Calor, flora alta y coronada
Frío, inscripción con vidrio fino
Calor, don solar donando ganas

Frío, vigor divino
Calor, hornos y llamas
Frío, copos y pinos

El poema de Gines, por su parte resulta contundentemente lírico y fenomenológico. Parece hablarnos desde lo más seco y profundo del mediterráneo lloran las zumayas...con lágrimas secas donde en invierno no hay lluvia, pero en verano, bajo el sol homicida tampoco. Toda la naturaleza parece estar dotada de voz propia en este texto, desde plantas a animales pasando por el propio Sol. 

Lloran las zumayas del invierno
con lágrimas secas de esparto,
con cenizas de azufre áspero.
¡Lloran, lloran, están llorando!

Sobre ellas el cielo se quiebra
su azul cielo se desvanece,
lave negra, negro océano,
el árbol negro se estremece.
¿Mis ramas de esperanza dónde?
¿dónde están mis manos verdes?

Gritan exiguos los flamencos
y los olivos olvidados 
en un páramo solitario
¡gritan, gritan, están gritando!

Se cierne sobre ellos poderoso
un sol de rayos homicidas 
ese eterno sol de agosto
que ya al alba nos castiga.
Gritar clemencia es grito sordo, 
pero ellos, ellas, ¡gritan, gritan!

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