miércoles, 13 de enero de 2021

Joaquín Badajoz: "Como todo oficio, la poesía es un arte que se aprende"

Joaquín Badajoz

Y les poetas siguen hablándonos de sus gustos y de sus definiciones de buena y mala poesía. En esta cuarta entrega de la serie, saliendo de Argentina y/o de Francia, es el poeta cubano-norteamericano Joaquín Badajoz quien se presta al ejercicio, desde una perspectiva con la que en el Teclado Excéntrico nos sentimos bastante representados. ¿Que quiere saber cuál es? Es usted afortunade, unas líneas más abajo se revela. 
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- ¿Qué es un buen poema?

- La buena poesía es esencialmente tropológica, traslaticia, aliterativa, rítmica. No importa que esté despojada de metro y rima, lleva en sí un ritornello y un aliento que la convierten en algo más que una oración dividida en estrofas. La buena prosa poética comparte estos requisitos, aunque su estructura y libertad sean diferentes. Desde esa encrucijada de géneros se han escrito bellas novellas líricas. Aunque también creo que la buena prosa debe tener cadencia, ritmo, y energía intrínseca, que revelen el estilo del autor, y un componente poético que no tiene que ser demasiado elaborado, lírico o experimental, y que puede desprenderse de la vida misma, porque la poesía está en el hueso del idioma —ya lo advertía Borges en “Antiguas literaturas germánicas” cuando explicaba las aliteraciones poéticas que han sobrevivido en las frases comunes o las kenningar, esas artificiosas figuras retóricas de la poesía escáldica—. 

Un buen poema debe pretender ser arquetípico para luego desmontarse en mil partes, ofrecer una mirada oblicua y personal, y por supuesto conectarse con el lector desde diferentes niveles. Pero un buen poema, para serlo en su totalidad, a menudo exige un buen lector.

- ¿Qué es un mal poema?

- Mientras que un buen poema es relativamente fácil de determinar no solo por un ojo entrenado, para arribar a la conclusión de que estás leyendo un poema malo, salvo que sea un desastre demasiado obvio, hay que seguir un procedimiento más complejo, porque el ser humano tiende a rechazar lo que no le gusta o no encaja dentro de una estética preconcebida. Para actuar con espíritu crítico, uno debe de estar prevenido contra esta reacción natural. Por eso a veces es necesario contrastar ese poema dentro del cuerpo de una literatura, una tradición, un estilo. De otra manera podríamos descartar poemas experimentales o heterodoxos, o por el contrario correspondientes a una época pasada que estéticamente no nos es afín. Estoy por supuesto hablando de poemas que cumplen un requisito mínimo de oficio y originalidad y que despierten la curiosidad de un lector entrenado —vivimos en un circo de redes sociales y espejismos mediáticos en los que constantemente se promueve pésimo contenido, no solo poético, a partir de una sesgada democracia lectora. 

- ¿Qué es un(a) buen(a) poeta? 

- En la poesía, como en todo en la vida, hay dos caminos: el del talento y el del empeño. Como todo oficio, la poesía es un arte que se aprende, así que alguien que no tiene, digamos, ese don, puede llegar a ser un gran poeta con profesionalismo y dedicación —y no digamos con el carisma y las conexiones correctas. Así ha sido desde el comienzo de los tiempos. Si algo diferencia a un buen poeta pudiera ser su conciencia literaria, esa escrupulosidad de animal religioso que sabe que no todo lo que escribe es literatura, y que debe cernir, pulir, dar maza y cincel, hasta conseguir su mejor versión y quedar medianamente satisfecho. Esa conciencia de que está produciendo algo que lo trasciende, poniendo su piedra para la eternidad —aunque ya sabemos que toda la eternidad humana dura apenas un fogonazo. Un buen poeta deber ser su mayor crítico y su mejor editor, descartar más de lo que publica. Y es difícil, porque uno debe tener el ego de Dios para escribir como un enano, y luego matar ese ego a palos y filtrar toda esa catarsis para recuperar lo que pueda tener algún valor literario. Tan ingrato como lavar oro. 

- ¿Qué es un(a) mal(a) poeta? 

El peor poeta es el que se cree tocado por un ángel. El que está convencido de que todo lo que sale de su teclado es pan de oro, el que no sabe contener ni filtrar sus grafomanías. Toda escritura es en cierto modo redundancia. Los escritores regresan continuamente a sus obsesiones, repiten construcciones y estructuras sintácticas, tienen un arsenal de palabras y (malas) lecturas, memorias y experiencias personales finitas. Esa identidad que es su mayor tesoro es también su peor hándicap. Uno tiene que saberles sacar el máximo a esos recursos escasos con eficiencia. Aplicar, digamos, cierta economía poética.   

- ¿Cuándo te gusta un poema?

- A mi me gusta la poesía con aliento narrativo y filosófico —como digo en el prólogo de mi libro Passar Páxaros— una poesía de respuestas, más que de preguntas, una poesía vital, llena de meandros, una poesía también del idioma, que juegue con las palabras, que estire y doble universos, que tenga una pátina remota y también alguna reminiscencia familiar, una poesía que hable a seres por venir (porvenir). Moderna pero entroncada en la tradición. A veces los poetas, por ignorancia o por pereza, piensan que están descubriendo el Orinoco y luego se dan de narices con creaciones de complejidad y experimentación ultrapostmodernas como el palíndromo circular Xuanji Tu ("Imagen de la esfera giratoria") bordado en seda por la poeta china Su Hui en el siglo IV —durante el políticamente caótico, pero culturalmente productivo, período de los Dieciséis Reinos. Cuando me gusta un poema sé que estoy frente a una epifanía, una revelación. 

- ¿Cuándo no te gusta un poema? 

- Hay buenos poemas que no me gustan. Puede que sean formalmente buenos, pero ni el tema ni el ambiente me atraigan. Puede que los sienta monótonos, insípidos, trillados, necesitados de alguna imperfección, de alguna humanidad, una manifestación de sensibilidad particular que me sacuda. A mi no me gustan los poemas buenos y punto, necesito que sean poemas suicidas, que se arriesguen, que salten, que rompan las redes de seguridad, necesito sentir que el poeta se enfrenta a algún reto, que pulsea consigo mismo, que mete las manos en la levadura del idioma y se ensucia.  

- ¿Estás satisfecho con el lugar que ocupa la poesía en el espacio cultural/literario? 

- Cuando alguien dice que ahora no se lee, siempre pienso que, por el contario, hoy se lee más que nunca en la historia. Y no solo eso, la humanidad ha escalado a un punto en el que la literatura es una commodity. La realidad es que antes de Gutenberg solo escribían aristócratas y religiosos conventuales, con muy contadas excepciones. Leer era privilegio de unos pocos, y no digamos coleccionar libros. Hemos alcanzado una instrucción masiva global, y eso, por supuesto, hace que la poesía menos compleja — la folclórica, la que puede estar insinuada en un rap o una balada— goce de más popularidad que aquella más intelectual. Por eso un trovador como Bob Dylan recibe el Nobel de Literatura, aunque muy pocas letras de canciones se sostengan por sí solas como poemas sin melodías. Pero vivimos también en una época interseccional, donde los límites y los géneros se acomodan, tienen bordes difusos y todo es einsteinianamente relativo, hasta el bien y el mal… y la verdad, y el lugar de la poesía en el mundo. 

- ¿Qué te gustaría que cambiase?

- Miro este asunto con una especie de fatalismo optimista. Cualquier remedio puede ser peor que la supuesta enfermedad. Cuando la poesía se masifica pierde vigor y calidad. Se relajan los estándares. Ahora existen más festivales internacionales de poesía, premios, aquelarres, conciliábulos, y editoriales que nunca, eso no ha beneficiado en nada al género, ni ha ayudado a darle exposición a más de un puñado de autores que siempre son los mismos, todos muy epigonales. Así que no creo que la poesía necesite ningún tratamiento especial. Lo que tenga que sobrevivir sobrevivirá, a pesar de los académicos, los críticos, los promotores y las editoriales. A pesar incluso del enemigo lector y de los autores mismos. Como sobrevivió la Ilíada, y los poemas éddicos, y el Cantar de los Cantares del Rey Salomón, y Safo, Hölderlin, Kafka y Pessoa. 

2 comentarios:

  1. Me encantó? fue muy claro su modo de valorar la poesía...gracias y estoy totalmente de acuerdo que lo que tenga que sobrevivir sobrevivirá.

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